Cookies
Este sitio web usa cookies
Le informamos que el sitio web de Cosnautas utiliza cookies propias y de terceros para activar funciones básicas de navegación (personalización, idioma y reproductor de vídeo), así como también para analizar la navegación de los usuarios por el sitio web y el uso de los servicios que en él se ofrecen con la finalidad de mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias, en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación.
Leer más
Guardar & Cerrar
Aceptar todas Configurar

Bitácora del cosnauta

¿Puede la traducción médica convertirse en un problema de salud pública?

¿Puede la traducción médica convertirse en un problema de salud pública?

en Miscelánea /

¿A qué retos se enfrentan los profesionales de la traducción médica? ¿Qué ocurre con la calidad de los libros médicos en castellano? Esta y otras preguntas reciben respuesta en esta nueva entrada de la bitácora.

La traducción médica, como disciplina especializada, se enfrenta a retos apasionantes cada día, como bien saben todos los que se dedican a esto, incluidos los lectores de esta bitácora. De entre ellos, no es el menor la adaptación al castellano de los neologismos que nombran nuevas patologías y conceptos, actividad que se enfrenta a la poca permeabilidad del establishment médico para la aceptación de usos lingüísticos ajenos a la tradición anglosajona. Igualmente, la medicina, “ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano”, al decir de la RAE, es una disciplina que se subdivide en infinidad de áreas o campos especializados, lo que convierte la labor del profesional de la traducción médica en una tarea de largo recorrido en la que estar al día de todas las novedades (por supuesto, dentro de lo posible) resulta imprescindible. El problema o drama radica en la imposibilidad de una especialización en tantos y tan complejos campos, así como en la multiplicidad de formatos o tipos de textos, que incluyen, sin ánimo de ser exhaustivos, libros de texto, prospectos, informes médicos, artículos de revistas especializadas y un larguísimo etcétera.

Esta pluralidad exige, necesariamente, estilos diferentes definidos por el mismo soporte y, también, por el estilo personal del autor del texto original, que habría que respetar y reproducir con la mayor fidelidad posible. Esta última cuestión, sin embargo, estará siempre supeditada a la que, a nuestro juicio, debe ser la característica principal del lenguaje científico y de todas sus subcategorías, incluido, por supuesto, el lenguaje de las ciencias médicas: la claridad expositiva, que prescinde, de suyo, de intenciones retóricas o, digamos, decorativas. La persuasión, dentro del lenguaje médico, debe provenir siempre del interés objetivo del tema tratado, de la novedad del enunciado del mismo o, en definitiva, de la relevancia o novedad real de lo transmitido, y no de pirotecnias estilísticas, tan proclives a caer en las tentaciones de la vacuidad.

Convendremos, quizá, en que una de las dificultades de la traducción médica radica en el carácter técnico de su terminología, como bien apuntaba Malcolm Marsh, si bien, en realidad, demasiado a menudo nos encontramos con traducciones técnicamente impecables que son, en realidad, ininteligibles, incluso para el lector especializado, de lo que se deduce que el problema es más complejo de lo que parecía al principio. Y aquí es, precisamente, donde queríamos llegar.

Comenzaremos con una disculpa, pues no se trata de enmendarle la plana a las editoriales y los profesionales de un sector al que pertenezco, pero sí de señalar que, atendiendo a la mala calidad de muchos de los textos médicos en castellano, quizá resulte provechoso aludir a las premuras y miserias del sector editorial (siempre, por supuesto, con muy honorables excepciones) como una de las causas de tamaño desaguisado. Plazos demasiado ajustados, reciclaje de ediciones anteriores, presupuestos cada vez más ajustados o paupérrimos y subastas al peor postor, entre otras desventuras, han provocado que algunas de las obras de referencia de la literatura médica en inglés se hayan editado en nuestro país de manera apresurada y atendiendo únicamente a motivaciones mercantilistas, provocando con ello un daño considerable (y esperemos que no irreparable) a la utilización del castellano como vehículo de la transmisión del conocimiento científico y médico.

Hay, asimismo, otras consecuencias más dramáticas que son fáciles de adelantar. Si los textos médicos son, en ocasiones, casi ininteligibles, ¿qué ocurre con el supuesto conocimiento que deben transmitir? ¿Afectará esto a la calidad de la atención médica recibida? En última instancia, ¿puede una mala traducción médica convertirse en un problema de salud pública? He aquí una pregunta para reflexionar.  

Rubén Sáez Carrasco

;