Descripción del Laboratorio del lenguaje, bitácora del Diario Médico sobre medicina y lenguaje médico.
El Laboratorio del lenguaje es una prolífica bitácora del Diario Médico que es nuestro deber recomendar a toda persona que tenga interés por el lenguaje de la medicina, o por el idioma en general, porque los temas que trata son tan interesantes y tan variados que es imposible que el lector se aburra o deje de aprender cosas que van desde meras curiosidades históricas y etimológicas hasta criterios fundamentales para comprender el lenguaje médico.
Sus autores, José Ignacio de Arana y Fernando Navarro (y, en sus comienzos, José Ramón Zárate, que es ahora coordinador), se dedican a explorar todos los puntos de contacto posibles entre las esferas de la medicina y el lenguaje. Puede decirse que nada de lo médico y lingüístico le es ajeno a esta bitácora, donde los artículos se encuentran clasificados en 24 columnas con nombres muy descriptivos, las más importantes de las cuales mencionaré a continuación:
«Al pan pan» recoge las entradas que abordan distinciones y precisiones terminológicas, como la diferencia entre clónico y clonal, intervención, operación y procedimiento, gemelos y mellizos, entre otras muchas.
En «De dónde viene» se encuentran los artículos etimológicos, que tratan del interesante origen de palabras como diabetes, esguince y pupila. Es una sección en que la bitácora raya a gran altura, por la calidad de la información y la amenidad de la redacción, y en la que se nota la influencia de los deliciosos Parentescos insólitos del lenguaje.
En «Dudas razonables» se da respuesta a las preguntas de los lectores del Diario Médico, que reflejan el interés por el lenguaje de la comunidad médica. ¿Debe decirse arteriectomía o arterectomía? ¿Qué es mejor: quimiotaxis o quimiotaxia? ¿Qué razones hay para preferir cóccix a coxis?
«Las apariencias engañan...» es una columna que alberga cientos de casos de falsos amigos, principalmente en lenguas que pueden resultarnos familiares, como el inglés (to jubilate no significa ‘jubilarse’, sino ‘alegrarse’), el alemán (Konductor no es ‘conductor’, sino ‘portador’), pero también en lenguas menos conocidas, como el malayo (bibir no significa ‘vivir’, sino ‘labio’).
En «Literatura médica», a pesar de lo que su nombre podría insinuar, no hay información sobre estudios clínicos, áridas investigaciones y bibliografía científica, sino reseñas de obras literarias con una fuerte presencia de la medicina, desde clásicos españoles como El árbol de la ciencia, de Baroja, pasando por obras maestras de la literatura europea, como La peste, de Camus, hasta novelas contemporáneas como Les anneaux de Bicêtre, del superventas Simenon.
«Los médicos saben escribir» es la sección biográfica del Laboratorio. En ella, casi siempre con motivo del aniversario del nacimiento o fallecimiento de algún médico con méritos literarios, se hace una semblanza de la vida del personaje. Llama la atención la enorme variedad de nacionalidades de los médicos escritores con veleidades u oficio literarios: Samuel Smiles (escocés), Claudio Mamerto Cuenca (argentino), Arthur Schnitzler (autríaco), Jaime Salom (español), entre otros muchos.
En «Para saber más» se encuentran reseñas bibliográficas e información de interés para el aficionado al lenguaje médico. La información sobre libros, bases de datos, páginas web, plataformas, listas de distribución, entre otras muchas fuentes de documentación, parece inagotable, y es un buen punto de partida para el profesional del lenguaje médico que quiera tener un repertorio básico de documentos útiles a su disposición.
En «Punto y aparte» se tocan temas variados, fundamentalmente relacionados con la terminología, con un desarrollo más ensayístico y libre que el otras columnas. Se abordan, por ejemplo, las metáforas, las palabras malsonantes y el debate de si la medicina es o no un arte.
«Qué difícil es el inglés» contiene pruebas suficientes de lo que afirma: abundantes ejemplos de palabras de traducción difícil o engañosa (p. ej., adequate), malas traducciones de esta lengua arraigadas en el uso (p. ej., Clinics of North America) y también cuestiones de pronunciación (p. ej., algunos nombres propios, como Greenwich). Esta es la columna en que mejor se reconoce la voz del autor del Libro rojo.
Para terminar, hay que mencionar que «Sabía que...» es la sección de las curiosidades, en que aparecen personas de la cultura popular de alguna manera relacionados con la medicina, como Groucho Marx, o datos extraños, como los apodos médico-futbolísticos, o notas singulares, como esta sobre la película Psicosis.
La erudición que trasluce esta bitácora es solo proporcional a su variedad y amenidad, por lo que no queda más que ponderarla y, más aún, recetarla a todos los aficionados al lenguaje que tengan algún interés por las cosas de los médicos.
Nota: José Ramón Zárate, subdirector del Diario Médico, publicó en Panace@ (vol. XI, n.º 32) una muy agradable crónica de cómo nació esta afortunada bitácora.