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Bitácora del cosnauta

Fernando Navarro, traductor médico:

Fernando Navarro, traductor médico: "Dentro de otros tres años, me gustaría ver la apertura de Cosnautas a la consulta abierta y gratuita"

en Entrevistas /

Convendrán conmigo en que casi sobran las presentaciones, tal es el predicamento de Fernando A. Navarro entre la comunidad cosnáutica y entre los muchos usuarios y lectores de sus diccionarios, artículos y libros. Médico, lexicógrafo, traductor médico, especialista en lenguaje cientifico... son solo algunas de las profesiones del autor de nuestro recurso más célebre, el Libro rojo, con quien teníamos pendiente sentarnos a charlar con calma sobre el pasado, el presente y el futuro de Cosnautas, pero también sobre diccionarios, lenguaje, proyectos futuros e, incluso, sobre la capacidad curativa de las palabras.    

Han pasado ya tres años desde el lanzamiento de Cosnautas y de la primera edición digital del Libro rojo. ¿Cómo valoras este trienio y qué esperas de Cosnautas para el próximo trienio?

Fernando Navarro: Cuando en el año 2012 nos planteamos la posibilidad de lanzar Cosnautas como plataforma restringida de pago, dirigida a profesionales, algunos temían que el proyecto fuera inviable y estuviese destinado al fracaso. En ese momento, la edición en papel estaba en crisis y la edición digital no conseguía dar con un modelo económico sostenible, asfixiada entre la piratería de contenidos y la idea generalizada de que todo recurso internético debe ser abierto y gratuito. Un diccionario electrónico, nos decían, solo es viable en Internet si goza de respaldo institucional, corporativo o económico suficiente para hacer posible su consulta gratuita. Que no era el caso de Cosnautas entonces, ni lo es aún.

Conseguir que Cosnautas viera la luz el 19 de julio de 2013 ya me pareció un triunfo. Que siga ahora vivito y coleando tres años después lo considero todo un logro de la comunidad cosnáutica: el grupo de estudiantes de traducción, profesionales biosanitarios, empresas de traducción y traductores y redactores profesionales que con sus suscripciones de todo tipo (semanal, trimestral, semestral, anual, corporativa, Oro) sostienen el proyecto.

Dentro de otros tres años, me gustaría ver ya incorporados a nuestra plataforma otros proyectos terminográficos y lexicográficos que tengo a punto (el Gran diccionario médico alemán-español, la versión electrónica en línea de Patientspeak: a Spanish-English glossary of lay medical malapropisms, la ampliación de Siglas médicas en español a las siglas en otros idiomas…), más glosarios y diccionarios de terceros para el traductor médico y, sobre todo, la apertura de Cosnautas a la consulta abierta y gratuita.

José Antonio de la Riva nos contaba cómo se esforzó en embaucarte para llevar a cabo un proyecto digital de recopilación de recursos médicos. ¿Fuiste reticente a la idea? ¿Cuáles fueron las «malas artes» de José Antonio para convencerte de que te embarcases en esta aventura?

FN: Si la memoria no me falla, José Antonio me tentó con una propuesta ilusionante allá por el año 2010; la idea era muy buena, pero el momento pésimo, pues encaraba por entonces la recta final del Diccionario de términos médicos (DTM) de la Real Academia Nacional de Medicina: un proyecto que me absorbía por entero y no me dejaba oídos, ojos, manos ni neuronas libres para pensar en nada más.

A comienzos de 2011, con el DTM ya casi listo para su envío a la imprenta, planteo a McGraw­Hill·Interamericana la posibilidad de sacar en 2012, tras la publicación del DTM, una nueva edición de mi Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina; pero doy con los editores inmersos en una doble crisis (económica mundial y particular del sector editorial) que les impide abordar nuevas publicaciones, ya sean en papel o electrónicas. Aprovecho, pues, la cena oficial de las VIII Jornadas de Tremédica, en Castellón de la Plana, allá por febrero de 2011, para comentar de pasada a José Antonio que podría ser una buena ocasión para sumar el Libro rojo a su planteamiento digital. No recuerdo ya bien los detalles, pero me parece que la idea de Cosnautas fue luego tomando forma en alguna de las tertulias mensuales de medicina y lenguaje que celebramos en Salamanca. Y el momento decisivo de su puesta en marcha, para mí, es cuando Laura Munoa ve factible el proyecto y acepta sumarse a él. Sin Laura al lado, tengo claro que yo jamás me habría embarcado en Cosnautas.

¿Fue difícil adaptarse a los nuevos entornos digitales? En otras palabras: ¿ha tenido Fernando Navarro que actualizarse en este proceso de digitalización?

FN: Como estaba diciendo, en el año 2012 yo venía directamente de haber trabajado en el DTM, que marcó un hito en la lexicografía electrónica en lengua española, merecedor del premio de investigación filológica de la Real Academia Española. Podía considerárseme ya más o menos ducho en la elaboración de glosarios y diccionarios digitales; pero no siempre fue así, evidentemente. Cuando asumí la dirección técnica del DTM a finales del 2005, me hallaba aún anclado en la vieja lexicografía en papel y no sabía nada de entornos digitales; fue Ignacio Navascués quien me abrió los ojos a la moderna lexicografía electrónica, me convenció de sus múltiples ventajas (como los hipervínculos clicables) y me enseñó gran parte de lo que ahora sé en ese campo. Inmediatamente fui consciente de que la tercera edición de mi diccionario solo podría ser electrónica, y siete años después únicamente tuve que trasladar conmigo a Cosnautas todo el bagaje de conocimientos que había adquirido junto a Ignacio.

Aparte, para mis tareas en Cosnautas únicamente necesito una mente capaz de pensar en términos digitales y los conocimientos imprescindibles para gestionar bases lexicográficas de datos. En lo tocante a la programación de la plataforma, diseño web, interfaces, buscadores, pasarelas de pago, aplicaciones informáticas y resolución de problemas, echo siempre mano de Javier Orellana, que es el informático de Cos. Desde hace diez años, tengo mente de diccionarista digital, pero para las cuestiones prácticas sigo siendo igual de nulo que siempre: un simple traductor médico.

El Libro rojo se ha convertido en un infinito work in progress que crece y crece con el paso del tiempo. ¿En qué ha cambiado desde aquella primera versión de julio de 2013? ¿Cuáles son las novedades de esta versión 3.07?

FN: El gran salto conceptual y de diseño se produjo entre la segunda edición (en papel: McGraw-Hill·Interamericana, 2005) y la tercera edición (versión electrónica 3.01: Cosnautas, 2013). Entre julio de 2013 y julio de 2016 lo que he hecho, básicamente, es seguir ampliando, actualizando y mejorando el contenido del diccionario. Las cifras cantan: en tres años, el Libro rojo ha pasado de las 47.344 entradas y 47.028 remisiones clicables de la versión 3.01 a las 52.753 entradas y 53.599 remisiones clicables que contiene la versión 3.07 que acabo de subir a Cos. Son en total, pues, más de 5.400 entradas nuevas que hoy podemos consultar en el Libro rojo de Cosnautas y no estaban en la versión 3.01 de hace tres años.

Entre las nuevas entradas que aparecen por primera vez en la versión 3.07 encontramos de todo: términos muy sencillos y otros muy complejos, neologismos de rabiosa actualidad junto a otros más antiguos, y voces mediquísimas junto a otras que pocos esperarían hallar en un diccionario médico bilingüe; por ejemplo, los siguientes: acute-on-chronic, apart, beige fat cell, Ben Wa balls, bikini waxing, braille cell, capable, counterpart, to criminalize, CRISPR, to divide, gantry, gnome, gravitational, H & P statements, hammer toe, Harvard University, hominid, humus, in­segment restenosis, to inform, Jungian, life span, lube, mealtime, merkin, micturition cycle, MOOC, Morison pouch, nonhuman person, paleo diet, persona, Pilates, pomelo, q.i.w., quinoa, ramus, respite care, RTK, sanitary product, skedasticity, somnology, stone fruit, teddy, to think, timeframe, widow’s peak, Yale University y Zika.

Aparte de la incorporación de nuevas entradas, otra de las ventajas innegables de los diccionarios electrónicos en línea es la posibilidad de actualizar los contenidos sobre la marcha. Un ejemplo muy bonito lo tenemos con los cuatro nuevos elementos químicos que la IUPAC bautizó el pasado 8 de junio: nihonium, moscovium, tennessine y oganesson. Los cuatro hace ya más de un mes que pueden encontrarse, con su correspondiente traducción española propuesta, en las tablas P2-P5 del Libro rojo de Cosnautas. Algo así era impensable, desde luego, con mis viejos —y queridos— diccionarios de papel.

Otras entradas que ya estaban contenidas en versiones anteriores del Libro rojo, pero que en esta nueva versión 3.07 aparecen modificadas, actualizadas, mejoradas o considerablemente ampliadas son: arrowroot, astatine, blood test, catch-up vaccination, Chief Medical Officer, enthesopathy, glanders, hazard ratio, heart pain, hepatitis B, lung disease, mirror, near miss, nonsense, redundant, sepsis, single­cell, sty, thinning hair, through, tinea cruris, toe, transaminase, transgender, wellness y yield. Todas ellas, como puede comprobarse, del máximo interés para un traductor médico.

Me he propuesto firmemente hacer del Libro rojo el mejor diccionario médico bilingüe de la historia, y nunca llega a parecerme lo suficientemente bueno. Ayer mismo subí a Cos la versión 3.07, y unos minutos después de hacerlo ya estaba retocando el diccionario en la versión de trabajo para la versión 3.08.

Cosnautas es un proyecto en constante actualización que aspira a ser colaborativo y donde el Libro rojo tiene una posición preeminente. ¿Cuán importantes son las sugerencias y aportaciones de los usuarios de Cosnautas en este permanente proceso de renovación?

FN: En realidad, no solo a través de las sugerencias directas; todo usuario de Cosnautas, por el mero hecho de consultar el Libro rojo, colabora ya activamente en el proceso de renovación y mejora de la obra. Ello es así porque yo puedo saber, con solo un par de clics, cuáles son las entradas más consultadas del diccionario; pero también —y esto reviste mayor interés aún— cuáles son las búsquedas nulas tecleadas con mayor frecuencia. Si muchos traductores médicos profesionales coinciden en buscar un término que no aparece recogido en un diccionario de dudas como el mío, ello quiere decir que se trata de una duda frecuente y que posiblemente debería incluirse en el Libro rojo, aunque a mí en principio no me lo pareciera. Un repaso meticuloso a la lista de búsquedas nulas de cada versión del diccionario me permite dar entrada en la obra a multitud de neologismos, variantes gráficas (incluidas erratas frecuentes), siglas habituales o términos interesantes que hasta entonces había pasado por alto. Por ejemplo, algunas de las búsquedas nulas más tecleadas en la versión 3.06 del Libro rojo que aparecen ya registradas en la nueva versión 3.07 fueron: aetiology, agressive, alone, ALT, ambulate, antiapoptotic, apart, appropiate, ballon, buffered, by, canister, capability, causality, CFU, charter, checkpoint, chronically, CIN, clastogenic, commensurate, confluent, counterpart, defer, demostrate, discolored, dryness, DVT, dyslipidemia, DXA, educator, EGFR, elegibility, epigenetic, escalate, exploration, explore, facilitate, fistulation, flowchart, folate, former, fumarate, FVC, globoside, glycaemic, governance, guidewire, hallmark, HbA1c, HCP, helpful, heritability, HF, HLA, hoarseness, Holter ECG, hyperlipidemia, IBS, ideally, immunosuppressed, incus, inducer, inoculum, intracorporeal, jeopardize, lasix, laxis, LDH, lever, lineage, LOS, LV, LVEF, maculopapular, manageable, MedDRA, modulate, monotoring, multifaceted, mutational, myelosuppression, NaCl, narrative, neurotypical, nociceptive, norovirus, NSCLC, occupancy, occurence, only, ookinete, overuse, palliation, particularly, petechiae, PFS, postmitotic, poststroke, predispose, preferably, prehospital, proficiency, propietary, PTT, randomly, rarely, rating, resected, restlesness, rollover, sachet, salpingectomy, SBP, SCA, scoring, severely, sleepiness, SOP, sponsored, standardized, stepwise, strata, subset, substancial, supress, supression, symptom, symptothermal, tabulate, teratogenicity, timeframe, TKI, TNF, treshold, ULN, unbound, uncomplicated, useful, viability, vinorelbine, wellness y willingness.

Todo eso, ya digo, de forma indirecta, sin que los cosnautas que teclearon en su momento esas búsquedas de resultado nulo fueran conscientes de que su acción me estaba siendo útil para mejorar mi trabajo. Pero corresponde aquí expresar un agradecimiento especial a los cosnautas que hicieron uso de los formularios «Ayúdenos a mejorar» para proponer adiciones, cambios o mejoras en el Libro rojo; en el caso de esta versión 3.07, y por orden alfabético: Teresa Aguilar Sánchez, Ana Atienza Díaz, Lida Barbetti Vros, Eduardo Barroso de Fuenmayor, Yvonne Becker, Heidy Blanco, José Bocic, María Jesús Castresana, Mario Chávez, Rossella Cordone, María Covella, Mercedes de la Rosa Sherman, Laura Espondaburu, Mary Fons i Fleming, Betty Galiano, Carlos Gancedo, Paz Gómez Polledo, Celia Gutiérrez, Antonio Hernández Rolón, María J. Hernández Weigand, Daniel Hinostroza, Lily Irizarry, Mar Jiménez Quesada, Rafael Luna Méndez, Valentina Luridiana, Anna Martínez Lliso, Gabriela Milan, Laura Munoa, Julián Palomino Nicás, Anthony Palomo, Natalia Pérez Ramos, Mónica Pérez Ruiz, Emilia Picazo Guadarrama, María Fernanda Pignataro, Toni Planas, Antonio M. Regueiro, Cristina Río López, Mar Rodríguez, Virginia Rubio, Diana Rudametkin, Manuel Saavedra López, Lorenzo Serrahima, Gustavo A. Silva, Anabella Tidona, Patricia Torres y Yolanda Vercher López.

Algunos de ellos me escribieron simplemente para señalarme una pequeña errata; otros, en cambio, para proponerme la inclusión de nuevas entradas interesantes en las que probablemente yo no hubiera caído por mi cuenta. Por ejemplo, la nueva entrada academic detailing de esta versión 3.07 fue una propuesta personal de Betty Galiano; braille cell, de Mar Jiménez Quesada; cafeteria plan, de Mario Chávez; contact sport, de Lily Irizarry; ocularist, de Gustavo A. Silva, y surgical site infection, de Julián Palomino Nicás.

Aun sabiendo que es un proyecto muy difícil de abordar, cada vez recibimos más peticiones para lanzar una edición en papel del Libro rojo. ¿Te gustaría recuperar una versión en papel de tu diccionario? ¿Crees que será posible?

FN: En 2012 estaba convencido de que los diccionarios en papel eran ya cosa del pasado, y que en adelante solo los veríamos muy raramente, en ediciones restringidas, como rarezas de bibliófilo o de coleccionista. Pero en estos años ha cambiado mi forma de ver este asunto: nunca pensé que tantos cosnautas me escribirían para solicitar una versión en papel del Libro rojo, con argumentos capaces de convencerme de que en muchas circunstancias el papel aventaja aún a la edición digital. Pienso, por ejemplo, en el traductor médico radicado en países o entornos con acceso limitado o inconstante a Internet; en las bibliotecas de referencia para investigadores que hoy pueden consultar sin problemas las distintas ediciones y reimpresiones del Libro rojo en papel, pero no tienen modo de trabajar con las versiones electrónicas 3.01 a 3.06, o en un caso muy reciente, de hace apenas un par de semanas: el de una examinanda que debía pasar una prueba presencial de traducción sujeta a normas que permiten consultar in situ cualquier diccionario impreso que lleven los aspirantes al puesto, pero no permiten la conexión a Internet.

Me gustaría mucho, sí, sacar una nueva versión impresa actualizada del Libro rojo (la última es de 2005) con una gran editorial que asegure su distribución sin fisuras por todo el espacio geográfico de habla hispana. Puestos ya a pedir, me gustaría que fuera nuevamente con McGraw-Hill·Interamericana.

¿Si lo creo posible? Difícilmente si en el proyecto participamos solo Cosnautas y una editorial comercial; pero sí lo veo factible si conseguirmos sumar una tercera entidad —pública o privada— interesada en adquirir de antemano un número dado de ejemplares (por ejemplo, personalizados con su imagen institucional o corporativa), que haga viable el esfuerzo editorial.

Una pregunta atrevida: ¿cuál es tu entrada favorita del Libro rojo?

FN: En general, mis favoritas son las entradas que no piden una simple equivalencia de traducción, sino que me dan pie a profundizar en la idiosincrasia y la cosmovisión de cada lengua, y a divagar sobre los aspectos culturales que tantísima importancia revisten también en el campo de los textos científicos y biosanitarios. Ocurre así con frecuencia, por ejemplo, en muchos cuadros y tablas (C1, C4, D2, D6, G2, G3, L2, M4, M11, N5, P10, P13…); de ellos, posiblemente uno de los que más tiempo me llevó, y de los que más orgulloso me siento, es el cuadro T2 (tooth numbering): «El galimatías de la nomenclatura dental». Creo que el Libro rojo ganó mucho cuando, en la versión 3.03, incorporé el apéndice 3 que permite visualizar en una sola pantalla los más de cien cuadros y tablas que contiene la obra, y llegar a cualquiera de ellos con un solo clic.

Si tengo que elegir una sola entrada, no obstante, tal vez me quedaría con la entrada navarrism, que considero de lectura obligatoria antes de empezar a consultar el Libro rojo para todo cosnauta que no tenga el tiempo o la paciencia necesarios para leer completos el prólogo y la introducción al diccionario.

¿Y el vocablo más complejo o con más posibilidades de traducción?

FN: No es fácil responder a tu pregunta, Rubén. Las entradas que más acepciones tienen en el Libro rojo (doce cada una) son body, cap y head; pero mayor número de acepciones no necesariamente implica mayor complejidad para su traducción.

Tratándose de un diccionario de dudas y dificultades, quizás la mejor respuesta a tu pregunta sería el vocablo que más veces consultan los traductores profesionales en el Libro rojo, el que más veces los hace dudar. Eso era imposible de saber con certeza en la vieja era de los diccionarios en papel, pero para la moderna lexicografía electrónica es cosa de un par de clics de ratón.

En los poco más de seis meses que ha estado activa la versión 3.06 del Libro rojo, por ejemplo, los diez lemas más consultados por los cosnautas fueron, por este orden: standard, target, condition, support, report, outcome, screening, evidence, management y severe. Creo que sí, que los cosnautas aciertan y estos diez vocablos ingleses se cuentan sin duda entre los más difíciles de verter al español, incluso para un traductor médico profesional con tres decenios de experiencia a sus espaldas, como es mi caso.

Por si alguien siente curiosidad, las entradas que completan la lista de las treinta y cinco más buscadas fueron: develop, test, impairment, rate, control, care, ratio, early, procedure, monitor, –ness, disease, range, consistent, stroke, therapy, regimen, event, –ing, baseline, non–, agent, dosage, dose y disorder. El traductor médico novel haría muy bien en familiarizarse cuanto antes con todas ellas y ejercitarse en su traducción, porque se las va a encontrar en los textos biosanitarios un día sí y otro también. Y no son nada pero que nada fáciles de traducir; las treinta y cinco nos hacen sudar tinta.

¿Cree que el español ha perdido definitivamente la batalla contra el inglés como lengua médica?

FN: Esta es una pregunta que me plantean con frecuencia, así que me limito ahora a reproducir lo que ya he contado en otras partes:

No cabe ninguna duda de que, hoy por hoy, la mayor parte de los avances médicos se publican en inglés. El médico del siglo XXI debería estar plenamente capacitado, tras su paso por las aulas universitarias, para leer con soltura el inglés científico y expresarse también con una mínima corrección en inglés.

Hemos de aprender el inglés, sí, y hacerlo lo mejor que podamos; pero no resignarnos al monolingüismo científico que se avecina. O al menos no sin antes haber sopesado con cuidado las graves consecuencias que podría traer consigo; me refiero, por ejemplo, a la exclusión de las aportaciones realizadas en otros idiomas, a la dependencia científica y la uniformación del pensamiento, a la barrera lingüística entre la ciencia médica universitaria superior —que se publica en inglés— y la práctica médica inferior —que lee principalmente en el idioma materno—, a la discriminación lingüística, o a la creencia cada vez más generalizada de que un artículo en inglés es, por el mero hecho de estar escrito en inglés, de mayor calidad que otro en español o cualquier otra lengua.

Me resisto a creer que la medicina española e hispanoamericana se conforme con ocupar indefinidamente una mediocre posición secundaria en el gran teatro de la ciencia mundial. Y estoy convencido de que el español puede volver a ser una de las grandes lenguas internacionales de la cultura, también en el ámbito médico y científico. Mientras llega ese momento, es vital para nosotros seguir manteniendo el vigor de nuestro lenguaje especializado y su capacidad para expresar de forma precisa y eficaz el mundo que nos rodea y los nuevos descubrimientos científicos. Para ello, precisamos, sí, de más y mejores traducciones especializadas, con la máxima calidad; y también de más y mejores libros de consulta, artículos originales y textos de todo tipo escritos directamente en lengua española.

No solo más y mejores, sino también más visibles en la interred. Hoy por hoy, es mucho más fácil encontrar en Google cualquier artículo de tres al cuarto publicado en inglés por un médico coreano en alguna oscura revista regional de California que el último artículo publicado en español por un colega del despacho de al lado en alguna de las grandes revistas médicas españolas.

De todo esto precisamente estuvimos debatiendo hace menos de dos semanas, el pasado 7 de julio, en la XI Jornada Medes «El español médico y la biomedicina en español: pasado, presente y futuro», organizada por la Fundación Lilly en el marco de los cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid.

En algún otro lugar te he leído afirmar que «las palabras curan». ¿De dónde viene este carácter mágico del lenguaje? ¿Pueden curar las palabras?

FN: Ese otro lugar, si no me equivoco, fue una entrevista de Olga Prieto, periodista de Salamanca Médica y Salud a Diario. A su pregunta «¿Existen palabras que “curen”?», respondí como sigue:

¡Indudablemente! Que las palabras curan lo saben los sanadores yo diría que desde el paleolítico. El empleo de ensalmos o conjuros con intención terapéutica —fórmulas verbales de carácter mágico, recitadas o cantadas ante el enfermo para conseguir su curación— pertenece a casi todas las formas de cultura primitiva. Conforme evolucionó el lenguaje, el ser humano aprendió a utilizar su tendencia natural a expresarse en rítmicas cadencias para invocar las fuerzas sobrenaturales mediante ritos de encantamiento que dominaban los poderes ocultos. La magia de la expresión poética se convirtió de esta manera en aliado natural del arte de curar. Desde tiempo inmemorial, curanderos, brujos y chamanes combinaron el poder de los ensalmos, conjuros y encantamientos con sus remedios empíricos y mágicos.

¿Qué queda de todo esto en la medicina moderna? La verdad es que bien poco, pues veinticinco siglos de medicina científica han terminado casi por completo con cualquier intento de utilizar la palabra con fines curativos. Todavía en la primitiva medicina griega desempeñaba la palabra una función terapéutica esencial, pero en los numerosos tratados del Corpus Hippocraticum ya apenas aparecen referencias a plegarias, ensalmos o palabras de cualquier tipo utilizadas con fines curativos. Únicamente con la llegada del cristianismo, que llamó Logos o Verbum —verbo; esto es, palabra— a la persona divina que se hizo carne, se abrió una nueva posibilidad para la logoterapia, pero no llegó a fructificar. Y hay que esperar hasta el siglo XX, cuando la psicoterapia verbal renace tímidamente en la medicina a partir de la revolución que supuso la obra de Freud.

Cada vez que piso un centro de salud, no obstante, salgo con la impresión de que gran parte de los pacientes que pacientes aguardan en la sala de espera buscan menos análisis, menos recetas y menos volantes de remisión al especialista, y más miradas, más contacto y, sobre todo, más palabras.

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