Este artículo, que aborda términos de alimentos y nutrición muy importantes, de entre los que recoge el Libro rojo, es una aportación de Héctor Quiñones Tapia, ingeniero agrónomo, traductor y tremedita. Le agradecemos sus ganas de participar y esperamos ansiosamente la segunda parte.
El Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (3.ª edición), mucho más conocido como el Libro rojo, de Fernando Navarro, abarca numerosos ámbitos que no forman parte en sentido estricto de la medicina. Para quienes no somos traductores médicos, esto es una bendición porque nos permite utilizarlo como recurso de extraordinaria fiabilidad y como referencia de prestigio en traducciones de textos que, si bien no pueden clasificarse como «médicos», tratan cuestiones relacionadas con la salud.
Yo, por ejemplo, soy ingeniero agrónomo, con formación específica en el sector agroalimentario, más concretamente en ciencia y tecnología de los alimentos (o bromatología, por usar el término recomendado por Fernando Navarro, si bien hay que reconocer que está claramente en desuso). No soy, por tanto, especialista en traducción médica, ni mucho menos. No obstante, desde que oí hablar del Libro rojo, hace ya muchos años, al poco de publicarse la primera edición, me apresuré a comprarlo, ya que intuí que podría resultarme útil. ¡Y tanto! Durante estos años, he logrado destrozar la primera y la segunda ediciones (en papel) del diccionario, a base de consultarlo día sí y día también y de llevármelo de viaje a los lugares más insospechados. La tan esperada tercera edición, publicada solo en formato electrónico, permite realizar consultas de forma mucho más cómoda, rápida y versátil, y es por tanto mucho más práctica. No obstante, echaré de menos las manoseadas ediciones anteriores y posiblemente siga consultándolas ocasionalmente, ya que los diccionarios en papel tienen una ventaja sobre los electrónicos: son más didácticos, ya que al consultarlos uno se topa muchas veces con entradas que no buscaba y que contienen información de gran interés que de otro modo no habría conocido.
Me piden que comente, para esta Bitácora del cosnauta, cinco términos del Libro rojo relacionados con la nutrición y los alimentos. ¡Solo cinco? ¡Pero si tengo la segunda edición infestada con decenas, quizá cientos de post-it, pequeñas banderas que señalan algunas entradas que considero imprescindibles y de las que, de algún modo, me apropio simbólicamente! No ha sido fácil limitar mi aportación a tan solo cinco términos. Además, me he extendido tanto en las observaciones sobre los dos primeros que he considerado oportuno, con permiso de Cosnautas, dividir mi contribución en dos partes. En la segunda entrega, aportaré mi punto de vista sobre los términos malnutrition, organic y traceability.
1. Water
«Call me Ishmael. Some years ago —never mind how long precisely— having little or no money in my purse, and nothing particular to interest me on shore, I thought I would sail about a little and see the watery part of the world.»
Herman Melville, Moby Dick
La entrada water del Libro rojo es un extenso y abrumador océano, salpicado de pequeñas islas (expresiones como fresh water, drinking water o water bottle) que son puertas de acceso a entradas independientes en las que se nos advierte de los peligros que acechan al traductor que se enfrenta a estos términos. Además, pululan por las aguas de la entrada water innumerables pequeñas medusas (términos como raw water, piped water, standing water o still water), menos conspicuas pero prestas a marcar con su veneno al traductor incauto. Todas son interesantes y he estado tentado de seleccionar «mis» cinco términos exclusivamente de entre los incluidos en esta entrada. He resistido la tentación, pero permitidme que comente dos o tres y que los considere meros tentáculos del leviatán water.
Drinking water. Como bien señala Fernando Navarro, una de las dificultades que presenta la traducción de esta expresión es que su significado cambia radicalmente en función del contexto al que se aplique. En ciertos casos será sinónimo de potable water o safe-to-drink water y podremos traducirlo sin miedo a equivocarnos por «agua potable» (nunca «agua bebible», que corresponde más bien a drinkable water, una expresión ambigua que puede significar «agua potable» pero también agua que no presenta características organolépticas indeseables). Pero en otros contextos (en particular en muchas zonas de países en desarrollo), la misma expresión puede referirse al agua que, de hecho, consume la población, con independencia de que su salubridad sea, demasiado a menudo, francamente deficiente. En ocasiones, el contexto facilitará mucho la traducción (unsafe drinking water: agua insalubre, agua no potable; contaminated drinking water: agua contaminada; treated drinking water: agua potabilizada; potable drinking water: agua de consumo potable o agua potable), pero en otros casos será preferible mantener en la traducción la ambigüedad implícita de la expresión drinking water (no podemos suponer a priori que se trata de agua potable, pero tampoco lo contrario) y recurrir, por ejemplo, a expresiones como «agua para beber», «agua de consumo», «agua de bebida» (aunque resulta poco natural en español) o incluso simplemente «agua» (packaged drinking water: agua envasada). Quisiera aconsejar que se tenga precaución al emplear la expresión «agua para consumo humano», ya que suele utilizarse como equivalente a «agua apta para el consumo humano» cuando, por desgracia, miles de millones de personas consumen a diario agua que, en rigor, no puede calificarse de apta para el consumo. Por último, es preciso señalar que, si bien el término drinking deriva del verbo to drink (beber), en la mayoría de las ocasiones la expresión drinking water no se refiere específicamente al agua destinada a ingerirse directamente («agua para beber» o «agua de boca») sino a la que se utiliza para beber pero también para otros usos como la elaboración de alimentos, la higiene personal y la limpieza de la ropa y del hogar. En este contexto, la traducción más adecuada es, sin duda, «agua de consumo» (o bien simplemente «agua», en ciertos casos).
Piped water. En el Libro rojo se propone traducir esta expresión por «agua corriente». Es una traducción razonable en muchos casos; sin embargo, en algunos contextos podría generar confusión: el agua de un arroyo también es «agua corriente» ya que corre, no está estancada, pero es bien distinta a la que circula por una red de distribución. Además, también podría entenderse (en algunos contextos) que «corriente» se utiliza en el sentido de «normal» y algún lector podría pensar, equivocadamente, que se refiere a agua que no ha sido tratada. En España puede utilizarse la expresión «agua de grifo», pero conviene tener en cuenta que el término «grifo» no se entiende en todo el mundo hispanohablante. Otra opción más entendible en todo el mundo hispanohablante es «agua de red». El problema surge cuando nos topamos con la expresión non-piped water. Si recurrimos a «agua no corriente» la confusión está servida, ya que se entenderá generalmente que se refiere a agua que no corre, que está estancada. Y, desde luego, resulta excesivamente forzado recurrir a la expresión «agua que no es de red» o, peor todavía, a «agua de no red». La solución se encuentra en una tercera opción de traducción de piped water: «agua entubada», que además ser una expresión sencilla y precisa, tiene la ventaja de que permite construir la expresión contraria, «agua no entubada», igualmente sencilla, clara y precisa.
Still water. Esta expresión no significa «agua quieta», ni «agua estancada» (que en inglés sería standing water o stagnant water, expresiones también mencionadas en el Rojo) sino «agua sin gas». Y, desde luego, no significa «todavía agua», aunque hay quien ha perpetrado ese «horror» de traducción.
Lo contrario de still water es carbonated water, pero ojo: esta expresión también es complicada; como bien señala Fernando Navarro, puede significar, según el contexto, agua carbonatada, agua gasificada, agua mineral con gas o gaseosa (pero no «agua chispeante», a no ser que nos refiramos al aguardiente, que en determinadas dosis puede producir efectos que cabría calificar de «chispeantes»).
2. Food safety y food security (y, de regalo, food defence y food protection).
Como explica el Libro rojo, la expresión food safety puede ocasionar considerables quebraderos de cabeza al traductor. Es muy frecuente encontrarla traducida como «seguridad alimentaria»; de hecho, esa es la expresión utilizada en nombres oficiales de organismos como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (European Food Safety Authority, EFSA) o la Agencia Española de Seguridad Alimentaria. El problema surge cuando hay que distinguir entre food safety y food security. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define food safety como «assurance that food will not cause harm to the consumer when it is prepared and/or eaten according to its intended use» mientras que el concepto de food security es bastante más amplio (y engloba al anterior): «Food security exists when all people, at all times, have physical and economic access to sufficient, safe and nutritious food to meet their dietary needs and food preferences for an active and healthy life». Lo que ocurre es que en países desarrollados, donde la inmensa mayoría de la población tiene acceso físico y económico a alimentos nutritivos en cantidad suficiente —o al menos así ocurría antes de la presente crisis económica—, la cuestión de la «seguridad alimentaria» se limita a la de la «inocuidad», «higiene» o «salubridad» de los alimentos y, por consiguiente, ambos conceptos tienden a solaparse y a confundirse. De hecho, la equivalencia food safety = «seguridad alimentaria» está muy extendida en España, pero en otros países hispanohablantes y en los organismos de las Naciones Unidas se distingue claramente la «seguridad alimentaria» propiamente dicha (food security) de la «inocuidad de los alimentos» (food safety).
En caso de que sea preciso utilizar la expresión «seguridad alimentaria» en referencia a lo que en inglés se llama food safety (por ejemplo en textos de entidades oficiales españolas o de la Unión Europea), será preciso recurrir a otras expresiones para traducir food security como, por ejemplo, «garantía (o 'estabilidad' o 'continuidad') del abastecimiento (o 'suministro') de alimentos», o bien a expresiones como «independencia alimentaria» o «autosuficiencia alimentaria», aunque en rigor estas corresponden, respectivamente, a food independence y food self-sufficiency y no son estrictamente equivalentes a food security.
También presentan problemas las expresiones food protection y food defence (no incluida, todavía, en el Libro rojo), que se refieren al conjunto de medidas de la industria alimentaria y de los servicios públicos de inspección sanitaria (y también, en ocasiones, de las fuerzas del orden) destinadas a evitar la adulteración intencionada, con fines no económicos (ya que de eso se ocupa la salubridad o seguridad alimentaria), por ejemplo para perjudicar intencionadamente a una empresa o como acto terrorista. Están bastante extendidos los calcos «protección alimentaria (o de los alimentos)» y «defensa alimentaria», pero en mi opinión son preferibles, al menos en algunos contextos, «custodia (o 'salvaguarda') de los alimentos» (o 'de la cadena alimentaria' o 'del suministro de alimentos') o «lucha contra el sabotaje y terrorismo alimentario».
Héctor Quiñones Tapia
Ingeniero agrónomo (Univ. Politécnica de Madrid)
M. Sc. in Food Science (Cornell University, NY)
Traductor científico de inglés a español
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