El primer criterio se refiere a la elección de los términos específicos que aparecen en el diccionario. Los que aparecen se han elegido por su atractivo lingüístico o conceptual, no por su importancia o peso en las disciplinas de la alergología y la inmunología. Calculo que se podría hacer un diccionario con 5.000 términos alergológicos e inmunológicos. No obstante, los casi 2.500 que aparecen aquí constituyen un cuerpo curricular fundamental que probablemente ayude a solucionar la mayoría de las dudas que se planteen en la actividad docente, investigadora y clínica de los alergólogos e inmunólogos. Además de términos alergológicos e inmunológicos, en este Diccionario inglés-español de alergología e inmunología clínica aparecen algunos términos genéticos, bioquímicos, neumológicos, anatómicos y de algunas otras ramas de la ciencia. Su inclusión obedece a su uso frecuente en la literatura médica alergológica e inmunológica y a que constituyen a veces su parte más desconocida.
La terminología alergológica e inmunológica está llena de siglas y acrónimos. Es un mal menor que nos vemos obligados a aceptar dada la multitud de términos complejos que pueblan nuestra terminología. Yo he respetado aquí las abreviaciones (siglas y acrónimos) en inglés de todas las moléculas, sustancias, mediadores, citocinas, receptores, técnicas analíticas y parámetros de pruebas que aparecen. Sería un verdadero caos que llamáramos en español PCE a la proteína catiónica del eosinófilo en lugar de aceptar ECP (por eosinophil cationic protein) como un símbolo universal de esa proteína. Las siglas y acrónimos en inglés ya se han convertido en ciencia en símbolos internacionales de los conceptos que representan. Solo dos excepciones: no aconsejo las siglas inglesas DNA y RNA, formas abreviadas de deoxyribonucleic acid y ribonucleic acid, respectivamente, y sí en cambio las siglas españolas ADN y ARN. La razón es el carácter especial de estas dos moléculas en las que está el origen mismo de la vida. Por eso, siguiendo un criterio más sentimental que científico, creo que deberíamos reservarnos las siglas en español de estos dos ácidos orgánicos, aunque sea en contra del criterio general sobre siglas y acrónimos expresado antes.
Todas las siglas se aclaran en el cuerpo del diccionario, salvo una, RAE, de la Real Academia Española. En un diccionario escrito en español y para hispanohablantes es inevitable una referencia continua al criterio fijado por este organismo, cuyo fin ha sido desde su fundación, en 1713, «fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza», y al cual nos gustaría contribuir en el ámbito del lenguaje médico especializado. He consultado siempre el diccionario de la RAE y lo he seguido en lo que se refiere al lenguaje general no especializado siempre que no hubiera razones sólidas y confirmadas por otros autores para no hacerlo. Pero en el campo del lenguaje especializado, y como ya es sabido, la RAE no es una referencia sólida puesto que la mayoría de los términos médicos (y especialmente los del ámbito de la alergología y la inmunología) ni siquiera aparecen en su diccionario y, cuando lo hacen, adolecen de muchos defectos formales y conceptuales. De todos modos, el diccionario de la RAE ha sido una ayuda y referencia inestimable para mi trabajo.
Sí me ha servido, en cambio, de gran ayuda en lo que se refiere al lenguaje médico especializado el Libro rojo de Fernando A. Navarro, también disponible en esta plataforma de Cosnautas. Es la obra más importante publicada en español en este campo y sus criterios nos han servido de base para solucionar gran parte de los problemas lingüísticos que se nos han planteado en el lenguaje especializado. En este sentido creemos que todo profesional de la medicina debería contar al menos con ese diccionario como obra de consulta terminológica.
En cuanto a las enzimas, sigo la adaptación al español de la normativa general de la comisión conjunta de la International Union of Biochemistry and Molecular Biology (IUBMB) y la International Union of Pure and Applied Chemistry (IUPAC), según la cual, el sustrato de la enzima precede al nombre de la enzima. No obstante, en español se añade un guión entre el sustrato y la enzima precisamente para indicar esta relación sustrato-enzima y evitar el aparente carácter adjetival del nombre de la enzima. Por ejemplo, escribir alcohol deshidrogenasa connota que nos referimos a un alcohol que tiene acción deshidrogenasa, lo que es falso, pero al unir ambos términos por un guión (alcohol-deshidrogenasa), queda claro que es una deshidrogenasa del alcohol. En muchos casos también ofrezco el nombre sistemático, aunque estos se utilizan en general mucho menos.
Todos los nombres de instituciones u organizaciones internacionales aparecen en inglés original y en cursiva, salvo la Organización Mundial de la Salud (OMS), que, dada su importancia y popularidad es más conocida por su nombre adaptado al español.
Finalmente, algunas entradas del diccionario aparecen en singular y otras en plural. Esta diferencia se debe a un criterio conceptual. Algunos términos inmunológicos implican grupos o familias de sustancias y no tiene sentido considerarlos en singular. Por ejemplo, las adresinas, los homólogos a Bet v 1, las defensinas o las moléculas B7, por poner algunos ejemplos, pertenecerían a este grupo. Otros en cambio, como interleucina, citocina o inmunoglobulina, aunque también representan grupos de sustancias, tienen su propio sentido semántico relevante en singular y con este número se les ha dado entrada.