Fernando A. Navarro
En el año 2000, último del siglo XX, salió de la imprenta (sí, en esa época la mayoría de los diccionarios eran todavía de papel) el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina, que rápidamente se convirtió en la obra terminológica de referencia para las traductoras médicas al español (de ambos sexos, por supuesto). Un lustro después, en 2005, se publicó la segunda edición del diccionario, revisada, mejorada, muy aumentada y con una perspectiva ya panhispánica, pero todavía en papel.
Tuve que esperar ocho años más ―y entre medias nada menos que el rompedor Diccionario de términos médicos (2011) de la Real Academia Nacional de Medicina de España― para dar con el Libro rojo el salto del papel al ciberespacio. La tercera edición del diccionario, primera en Cosnautas, vino acompañada de un cambio de nombre: Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (2013), ya solo en versión electrónica de consulta en línea.
Desde entonces, he venido actualizando la obra con periodicidad semestral: han sido nueve años, dieciocho actualizaciones que han ido marcando la paulatina mejora y ampliación del Libro rojo. Pero solo ahora, con la mortífera pandemia de covid-19 a punto de pasar a la historia, me he decidido, por fin, a publicar una nueva edición del diccionario, la cuarta. Este renovado Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (2022) servirá de base y modelo para la versión en lengua portuguesa que prepara ya la médica y traductora brasileña Carla Vorsatz, y confiamos poder estrenar en Cosnautas ―en su versión preliminar― ya este mismo año.
La estructura interna de la obra apenas ha variado en todo este tiempo: la planta lexicográfica del diccionario sigue siendo básicamente idéntica a la de la primera edición en papel, que explico en la Introducción original del año 2000. Y no hay ningún cambio sustancial con respecto a la edición cosnáutica de 2013, comentada en el Prólogo a la tercera edición.
¿Qué ha cambiado, pues, entre la tercera edición del diccionario (versión 3.01, julio de 2013) y esta cuarta edición (versión 4.01, marzo de 2022)?
Fundamentalmente, la magnitud de la obra: el Libro rojo ha pasado de 47 344 lemas en la versión 3.01 a 60 757 entradas en la versión 4.01. O, lo que es lo mismo, casi trece mil quinientas entradas más, correspondientes a neologismos, tecnicismos y expresiones de traducción difícil o engañosa procedentes de casi cualquier disciplina biosanitaria y otros campos del saber. La historia sigue su curso y los avances médicos se suceden sin parar: el continuo descubrimiento de nuevos anticuerpos monoclonales; la reforma sanitaria de Obama; la publicación de la vigesimotercera edición (2014) del Diccionario de la Real Academia Española y sus actualizaciones 23.1 (diciembre de 2017), 23.2 (diciembre de 2018), 23.3 (noviembre de 2019), 23.4 (noviembre de 2020) y 23.5 (diciembre de 2021); la cirugía robotizada y la telemedicina; los nuevos elementos químicos bautizados por la IUPAC en 2016; la revolución que supuso la técnica CRISPR; el Brexit o Corte Inglés de enero de 2020; los primeros coronavirus, el virus de Zika, la pandemia de covid-19 y las nuevas vacunas de ARNm; todo ello ha ido dejando huella en el Libro rojo. Para quienes sientan curiosidad por saber qué tipo de términos fueron entrando al diccionario y cuándo exactamente, en el cuadro 1 enumero unas seiscientas entradas incorporadas al Libro rojo entre enero de 2015 y marzo de 2022. Son solo una pequeña selección de las más de trece mil sumadas a la cuarta edición, pero pueden servir para obtener una visión de conjunto.
¿Se han preguntado alguna vez cómo llegan al Libro rojo las novedades? ¿De dónde vienen esas trece mil nuevas entradas de la cuarta edición? Muchas de ellas surgen de mis propias dudas. Llevo dedicándome a la traducción médica desde hace treinta y cinco años, y raro es el día que me acuesto sin haber traducido o leído algún texto médico en inglés. Rara vez, también, pasa un día sin que me encuentre con alguna duda o dificultad de traducción; y cuando eso ocurre, siempre ―por apurado que vaya con los plazos― procuro encontrar el momento para documentarla e incorporarla al Libro rojo. Soy ya todo un experto en dudas y dificultades de traducción; no digo, ¡ojo!, experto en resolverlas o solucionarlas, sino experto en dudas y experto en dudar.
Como para las ediciones segunda y tercera de mi diccionario, sigo espigando también con provecho de los lugares del ciberespacio a los que mis colegas traductoras acuden a preguntar sus dudas: las listas de debate de MedTrad y Tremédica, desde luego, pero también ―para esta cuarta edición― las principales redes sociales (Facebook, LinkedIn y, por encima de todas, Twitter).
Me interesa destacar, aparte, dos fuentes abundantes de las que bebe de modo particular mi diccionario y nadie más. Dos fuentes de dudas que habrían hecho las delicias de los lexicógrafos de generaciones anteriores. Desde que el Libro rojo se publicó en Cosnautas, el modelo interactivo y colaborativo de Cos me permite pulsar a diario las inquietudes de los propios cosnautas. Durante los nueve años en que estuvo activa la extinta tercera edición del Libro rojo (versiones 3.01 a 3.18; de julio de 2013 a febrero de 2022), más de trescientos cosnautas aportaron, en repetidas ocasiones, sugerencias de mejora: hay quienes me escriben simplemente para señalar una pequeña errata (tarea esencial esta, la de depurar el texto de esos malditos erroedores); otros, y es a lo que voy, me proponen la inclusión de nuevas entradas interesantes en las que probablemente yo no hubiera caído por mi cuenta. El cuadro 2 contiene un centenar de adiciones que me llegaron por esta vía, con el nombre del cosnauta que me arrojó el guante lexicográfico. Y como ellas hubo varios cientos más.
Más maravillosa aún, por insospechada, fue otra fuente valiosísima de dudas que solamente descubrí cuando mi diccionario arribó a Cos. Todo usuario de Cosnautas, por el mero hecho de consultar el Libro rojo, colabora ya de forma activa en el proceso de renovación y mejora de la obra. Ello es así porque yo puedo saber, con solo un par de clics, cuáles son las entradas más consultadas del diccionario; pero también ―y esto reviste mayor interés aún― cuáles son las búsquedas infructuosas tecleadas con mayor frecuencia. Si muchos traductores médicos profesionales coinciden en buscar un término que no aparece recogido en un diccionario de dudas como el mío, ello quiere decir que se trata de una duda recurrente y que tal vez debería incluirse en el Libro rojo, aunque a mí en principio no me lo pareciera. Un repaso meticuloso a la lista de búsquedas infructuosas de cada versión del diccionario me permite dar entrada en la obra a multitud de términos interesantes que hasta entonces había pasado por alto, como blueprint, drusen, fibroscan, MedDRA, narrative, ookinete, orthotist y VEGF. Cientos de las búsquedas más tecleadas por los cosnautas, que en su momento arrojaron un resultado nulo, aparecen ya registradas en esta cuarta edición. En el cuadro 3 van listadas más de trescientas, pero fueron en realidad bastantes más. Entre ellas, términos que en un momento dado se pusieron de moda; durante la pandemia de 2020-2022, por ejemplo, muchos estuvimos dos años seguidos traduciendo textos sobre epidemiología, coronavirus, medidas de prevención, vacunas anticovidianas y nuevos fármacos antivíricos. El Libro rojo se enriqueció con las dudas que fui encontrando en mis traducciones y lecturas; con otras muchas surgidas durante la compilación del Diccionario de covid19 (EN-ES) para Cosnautas y Tremédica; pero hasta repasar la lista de búsquedas infructuosas correspondientes a la versión 3.15 (del 1 de marzo al 31 de agosto de 2020) no caí en la cuenta de que había pasado por alto dudas tan frecuentes como CPAP, ECMO, facemask, lockdown, paucisymptomatic, PPE y sanitization. En relación con esta última, por cierto, el Libro rojo contenía ya la entrada to sanitize, pero cientos de cosnautas no llegaban a ella al teclear sanitization. Muchas de estas dudas que hacen salir a flote las búsquedas infructuosas corresponden, de hecho, a simples variantes (es el caso, por ejemplo, de palabras como hayfever, lightheaded, stenting y tophi, que devolvían resultado nulo pese a que el diccionario sí registraba hay fever, lightheadedness, stent y tophus), incluso erratas o variantes incorrectas frecuentes (en el diccionario tenía balloon y proprietary, pero cientos de cosnautas no llegaban a ellas por teclear ballon o baloon en el primer caso, propietary en el segundo). Todo esto, ya digo, de forma indirecta, sin que los cosnautas que teclearon en su momento esas búsquedas de resultado nulo fueran conscientes de que su acción estaba siéndome de suma utilidad para mejorar mi trabajo.
La combinación de lexicografía electrónica con el modelo participativo de Cosnautas ha sido clave para el doble salto cuantitativo y cualitativo entre las ediciones tercera y cuarta del Libro rojo. Que está así cada vez más cerca de alcanzar su objetivo declarado de llegar a convertirse en el mejor diccionario bilingüe de la historia.